Tras la visita de los representantes de Sheldon Adelson a Madrid y Barcelona, el tema de Eurovegas sigue más que encendido. Ahora entra a debate la financiación del proyecto. Como era evidente, todo el dinero para la construcción de la ciudad del juego no iba a provenir del magnate norteamericano, que sólo piensa poner un tercio del coste total de Eurovegas. La expedición encabezada por director de Las Vegas Sands, Michael Leven, no sólo ha venido a España a valorar los terrenos sobre los que construir el megaproyecto, sino también a convencer a las entidades financieras para costearlo. Aunque no ha declarado nada al respecto (de hecho, Leven ha negado cualquier reunión con ningún banco durante este viaje), los rumores son crecientes respecto a un encuentro con representantes del Banco Santander. Hace una semana, sí que se entrevistaron con varias entidades (más de cuarenta) en la ciudad de Nueva York. De aquella reunión, los propietarios de Eurovegas sacaron un balance positivo (al menos, más positivo de lo que esperaban).
El gran problema de Eurovegas es que los dos tercios de la financiación que necesita muy difícil vendrán de los bancos españoles. El reciente rescate, la más que posible creación de un banco malo para absorber activos tóxicos y la estrecha vigilancia a la que someterá la Unión Europea cualquier decisión arriesgada hacen que el proyecto todavía se encuentre en los terrenos de la probabilidad. Por ahora, al menos, no se decantan por ningún sitio para ubicar la ciudad-casino. Para comenzar, Eurovegas presenta varios signos de ser un proyecto ruinoso y fraudulento. Aparte de la violación del Estado de Derecho (la luz verde sólo la vería en caso de que el gobierno modificase e incluso anulase muchas de las leyes que rigen el país: la Ley del Menor, la Ley Antitabaco, la Ley de la Seguridad Social, etc.), Eurovegas juega bajo un supuesto de que sus instalaciones tenga suficiente éxito como para amortizar la inversión.
Hoy por hoy, los bancos están atados de manos. Veamos dos ejemplos de entidades al borde del precipicio. Por una parte, tenemos a Bankia, que acaba de anunciar que tiene un agujero de 13.635 millones de euros. Es decir, su valoración es negativa. No vale nada. Nadie quiere acciones de esta entidad y, como elemento lastre, pasará al Estado. Por otra parte, encontramos a Cajasur, conglomerado de cajas de ahorro que vio números negativos semana tras semana por su gran exposición al mercado inmobiliario. Sin duda, las cosas no pintan muy bien.
Foto: uned